jueves, 10 de diciembre de 2009

Vos te despertás, te rascás la cabeza, te frotas los ojos... Y mirás para el costado y está ese poster. O la pared de enfrente, y ese banderín. Al pie de la cama, el pantalón que fue a tantos lugares. Y ahí, colgada de una silla, de una percha, arriba de una baranda... la gloriosa.
Cuando empieza tu día ya ves ese escudo, te acordás de lo último que viviste y lo único que hay en tu mente son dos palabras, una de cada color: vamos Newell's.
Prendés la compu, el tele, abrís el diario, lo que sea; lo necesitás.
Y ahí empieza un día nuevo de sentimiento, una cosa hermosa y a la vez insoportable, que hace que sonrías cuando ves a un bebé en un cochecito con esos colores, que hablés en otro idioma cuando te cruzás con un compañero de viajes, de tribuna, de bar, de cargadas.
Hermano, no te preocupés por esos que te preguntan ¿es para tanto?. No lo saben ni lo sabrán.
Estar presente es el premio mayor, la satisfacción máxima que uno puede tener, por eso nosotros, que lo llevamos adentro, decimos las cosas que decimos.
Una vez un amigo me dijo: "No puede ser siempre eso tu vida, tenés que hacer algo más, no vas a poder estar siempre". Y yo le dije esto: "Vos no entendés. Cuando yo no puedo estar por nada del mundo -porque tiene que ser POR NADA DEL MUNDO-, ¿sabés lo que siento yo? Siento que le estoy robando a mi mamá, algo así. La sensación es la de estarle fallando de la peor manera a eso que te dio los mejores momentos, que te dio la posibilidad de ser y tener todo lo que sos y tenés hoy, a eso que cada día, te alegra la vida un poquito más". Si, obvio, me miró como si estuviera hablando con un fantasma, pero le dije que era así, que lo sentía así y quizás más fuerte.
Nosotros somos distintos, lo amamos tanto que un minuto con el club justifica cualquier cosa. Cualquiera. Algunos se escapan de la casa, otros de los amigos, de la familia. Algunos lo canalizan con un tatuaje, un collar, una prenda, cualquier cosa que lleve esa insignia, pero que principalmente, te identifique con el sentimiento de pertenencia que te ata a su destino. ¿Cómo le explicás a tu cardiólogo que tuviste un pico de presión porque la pelota dio en el palo? Olvidate, es como la muerte, si no la vivís en carne propia, no sabés lo que es.
¿Y qué te puedo decir de las alegrías? Si cada gol es para llorar y abrazar a tu viejo, a tu hermano, a tu tío, a tu abuelo, a tus amigos, o simplemente al que está ahí al lado tuyo. Si cuando se consuma una victoria se te infla el corazón y podés salir volando de la cancha, empujado por esa algarabía interminable, que te da la satisfacción propia de un padre primerizo. Y de las vueltas, ni te hablo. Solamente te digo que vos leproso, que ya lo viviste, no creas que es un recuerdo, preparate para volver a sentir lo más hermoso: que el mundo se puede terminar tranquilamente en ese mismo momento; no necesitás nada más. Te lo puedo comparar con todo, con lo que cualquiera elija. Decime una razón en tu vida y yo te muestro como mi bandera es igual en la mía, porque ni siquiera lo podés comparar con algo. A uno le preguntás ¿qué es más importante para vos, Newell's o tu vieja? Y alguno te contestará una cosa y el otro la otra, pero te aseguro sin dudarlo, que el que no dice la palabra "Newell's" en esa respuesta, después se queda pensando, y hasta con ganas de volver a responder.
Es que una persona normal realmente nunca va a saber explicar como carajo lo que para otro parece tan poco, para vos lo es TODO, cómo puede ser que para vos, que sos una persona libre e independiente, la suerte de una institución traze el camino de tu vida y de tus días.
"Inclusive, según el poeta, con los años el amor desaparece"; así dicen que pensaba Lacan. Y así creen algunos que cuando ven a un viejito en su casa con esa radio colosal al lado de la cama, escuchando atento un partido contra Atlético Tucumán, o contra Huracán de Tres Arroyos. Y seguro que lo ven y dicen "asi van a terminar todos los que hoy hablan". Te equivocás flaco. Vos mismo, leproso, te vas a sorprender cuando mil y una vez veas, en los momentos en los que más hay que acompañarlo, a ese mismo viejito parado, con la radio en la oreja, con los multifocales tapados con una gorra rojinegra que le robó al nieto de la casa, alentando en la tribuna. Y eso, señor, eso es dar la vida.
Muchas veces vas a pensar "¿Es para tanto?", y alguien ya convencido, te va a convencer a vos. Y cuando estés ahí, te vas a acordar de ese momento y vas a pensar "¿Para tanto? Es lo menos que podía hacer". Y así vas a seguir, dándole tu vida, con el solo deseo de obtener tu recompensa: volver. Simplemente volver, nada de premios, nada de merecimientos, nada de "tanto que aguantamos, esta vez tiene que darse"; no, nada de eso. Simplemente volver ahí. A dejar todo por los colores de tu corazón, bancándote las trabas de la vida, pero siempre volviendo..


NEWELLS DE MI VIDA

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